Con los últimos acontecimientos nacionales, elecciones autonómicas y municipales del 28M, e internacionales, la guerra de Ucrania y sus repercusiones en la subida del IPC, la histeria femenina de las Señoras Ministras se merece la repetición de este artículo; histeria que era una enfermedad diagnosticada en la medicina occidental hasta mediados del siglo XIX que bien pudiéramos advertir en alguna de las mujeres ministras de nuestro Gobierno Social-comunista. Vean, vean a Irene.
En la era victoriana (1831 – 1901) fue el diagnóstico habitual de un amplio abanico de síntomas, que incluían desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, irritabilidad, fuertes dolores de cabeza, pérdida de apetito y «tendencia a causar problemas». Las pacientes diagnosticadas con histeria femenina debían recibir un tratamiento conocido como «masaje pélvico», estimulación manual de los genitales de la mujer por el doctor hasta llegar al orgasmo que, en el contexto de la época, se denominaba «paroxismo histérico», al considerar el deseo sexual reprimido de las mujeres una enfermedad. Otra forma habitual de tratarla era el lavaje vaginal.
Gracias a esta enfermedad, Sigmund Freud empezó a entender que había algo más que la conciencia, es decir, comenzó a descubrir la existencia del inconsciente. Freud terminó por afirmar que lo que se conocía como histeria femenina era provocado por un hecho traumático que había sido reprimido en el inconsciente, pero seguía aflorando en forma de ataques que carecían de explicación. Fue el principio de lo que hoy conocemos como psicoanálisis.
El primer vibrador tuvo un origen muy diferente del que se asocia hoy en día. Comenzó a usarse en 1870 para tratar por consejo médico la “Histeria” femenina, una supuesta enfermedad que desde la antigüedad, pensaban que atacaba a la mujer cuando ésta estaba irritable.
El origen de la Histeria, que según las creencias solo sufrían las mujeres, se remonta a la antigüedad clásica, se habla de ella en papiros egipcios y ya fue descrita por Platón y por Hipócrates. Un mito de la antigua Grecia cuenta que el útero no está estático sino que deambula por el cuerpo de la mujer, causando enfermedades a la víctima cuando llega al pecho. Esta teoría da origen al nombre, pues la raíz proviene de la palabra griega para útero: hystera.
En la medicina medieval se le llamó “sofocación de la matriz” y se seguía creyendo que la causa era la abstinencia sexual, matizando que la retención de fluidos sexuales de la mujer era el origen del mal. Los remedios recomendados eran variados, desde mantener sexo si estaba casada, el matrimonio si estaba soltera y un masaje de una comadrona como último recurso. De este peculiar masaje ya se hablaba en al año 653 y consistía en que por orden de un médico, una comadrona se impregnaba un dedo en aceite de flores, generalmente lirios o nardos, y masajeaba con vigor la zona genital de la mujer hasta que esta llegara al clímax, y aliviando de esa manera su “histeria”.
En el siglo II, Galeno, un importante médico, escribió que la histeria era una enfermedad causada por la privación sexual en mujeres particularmente pasionales. Se diagnosticaba frecuentemente en vírgenes, monjas, viudas y en menos ocasiones en mujeres casadas. Y así llegamos al siglo XIX, donde esta supuesta enfermedad que los griegos habían descrito como el “útero ardiente”, se convierte en una especie de plaga entre las mujeres de la época. Cualquier comportamiento extraño – ansiedad, irritabilidad, fantasías sexuales – es considerado como un claro síntoma y la paciente es enviada inmediatamente a recibir un masaje relajante. Y es que a pesar del paso de los siglos, aún no se consideraba a las mujeres seres sexuales y se creía que los desordenes psiquiátricos femeninos provenían del útero. Los médicos seguían combatiendo la histeria femenina acariciando manualmente el clítoris y la vulva de las pacientes hasta que pudieran alcanzar lo que en aquella época era conocido como ”paroxismo histérico”, que en realidad era un orgasmo.
Como en aquella época era mal visto que una mujer acudiera sola a la consulta, era frecuente que maridos o madres esperasen sentadas junto a la paciente mientras el médico tranquilamente las masturbaba. En 1859 un doctor aseguró que una de cada cuatro mujeres estaba aquejada de histeria, y reunió decenas de páginas de posibles síntomas, con lo que casi cualquier dolencia leve podía servir para diagnosticarla. Los médicos pensaban que la tensión de la vida moderna hacía a las mujeres más susceptibles a desórdenes nerviosos.
Rachael P. Maines, autor de “The Technology of Orgasm: Hysteria, the Vibrator, and Women’s Sexual Satisfaction,” dijo que estos casos eran muy ventajosos para los médicos, dado que no había ningún riesgo de que la paciente muriese pero necesitaba tratamiento constante, lo cual era una notable y fácil fuente de ingresos. El único problema era que los médicos no disfrutaban con la tediosa tarea del masaje. La técnica era difícil de dominar para un médico y podía tomar horas llegar al “paroxismo histérico”.
Derivarlas a las comadronas, una práctica por otra parte habitual, era una pérdida de oportunidades de negocio para el médico, así que los médicos, a pesar de tener las manos cansadas de tanto “masaje”, comenzaron a plantearse otro tipo de soluciones para mantener los ingresos y a las pacientes. El primer vibrador electro-mecánico de la historia.
El primero que tuvo la idea de crear ese invento fue un médico británico llamado Joseph Mortimer Granville, que en 1870, cansado de masturbar manualmente a sus pacientes, patentó el primer vibrador electro-mecánico con forma fálica, y aunque de un tamaño considerable, fue todo un éxito, ya que lograba “aliviar” a las pacientes en menos de diez minutos de una manera relativamente sencilla.
Visto el potencial del aparato, y para evitar las vergonzosas visitas al médico, una avispada empresa, llamada “Hamilton Beach”, comenzó a producir en 1902 vibradores de tamaño más pequeño. Varios modelos comienzan a comercializarse a través de todo tipo de publicaciones, e incluso periódicos de tirada nacional. “La vibración es la vida” – se publicaba en algunos anuncios – “Porque tú, mujer, tienes derecho a no estar enferma”. En muchos catálogos femeninos el vibrador se publicita como “instrumento para la tensión y la ansiedad femenina”. Su uso se promociona como una forma de mantener a las mujeres relajadas y contentas. “La vibración proporciona vida y vigor, fuerza y belleza” – dicen los anuncios – “El secreto de la juventud se ha descubierto en la vibración”. Su comercialización llega a tal extremo que algunos modelos incluyen un recambio adaptable que convierte el vibrador en una batidora.
La difusión de la electricidad en el hogar facilitó la llegada del vibrador al mercado de consumo. El atractivo de un tratamiento en la intimidad del propio hogar hizo que el vibrador alcanzase una cierta popularidad. De hecho, llegó al mercado mucho antes que otros dispositivos eléctricos: nueve años antes del aspirador y diez años antes de la plancha.
La variedad de vibradores de aquella época era inmensa, muchos modelos funcionan con corriente eléctrica, otros lo hacen con baterías o gas, incluso se diseñan algunos que funcionan a pedales para proporcionarle a su paciente su correspondiente ración de alivio. Los aparatos tenían velocidades que van desde 1.000 a 7.000 pulsaciones por minuto y los precios pronto empiezan a ser asequibles para su uso doméstico teniendo un gran auge de ventas hasta los años 20. Pese a lo que nos pueda parecer hoy por el concepto sexual que tenemos de un vibrador, en aquellos años la aplicación del vibrador sobre el clítoris era tenida por una práctica exclusivamente médica.
En la concepción machista de la época, al no haber contacto con el interior de la vagina, se considera que no hay contacto sexual, y no por tanto no existía ningún tabú alrededor de este objeto, solo se consideraban artículos de masaje anti-estresante y era común verlo en todo tipo de catálogos y revistas.
Pero a partir de 1920, los vibradores aparecen en las primeras películas pornográficas, y empiezan a perder su imagen de instrumento médico. Esto, unido a que a principios de los 50 la “Asociación americana de psiquiatría” declaró que la Histeria no era una enfermedad, hizo que el vibrador fuera visto como un juguete sexual y considerado instrumento de perversión, comenzando poco a poco a ser un tabú, connotación que casi continua teniendo hoy en día en muchos lugares. Y es que, chicas, es una lastima, pero actualmente la histeria no cuela como excusa para ir a comprar un vibrador.
El consolador más antiguo. Un hallazgo arqueológico reciente ha dado con el precursor de los consoladores de hoy, un elemento fálico con el que nuestros ancestros se propiciaban placer y a la vez usaban como herramienta de trabajo. Este antiguo juguete sexual fue encontrado por investigadores de la Universidad de Tübingen en las cuevas Hohle Fels, cerca de Ulm, Suabia (antigua Baviera / Liechtenstein, Alemania) y tiene una antigüedad aproximada de 30.000 años. Elaborado en piedra, de 20 centímetros de largo y 3 centímetros de diámetro, el antiguo consolador presenta anillos tallados en su superficie seguido de un extremo liso, y era usado por los humanos de la prehistoria para satisfacerse sexualmente y para “encender el fuego” (de forma literal en ambos sentidos).
Los investigadores basándose en la similitud con la anatomía del miembro masculino y las características del trabajo ejercido para crear el objeto, concuerdan que se trataba de un juguete erótico de la era glaciar. El equipo de arqueólogos ya había encontrado 13 partes del falo de piedra en las excavaciones de Hohle Fels, pero el año pasado pudo dar con el trozo número 14 que culminaba el rompecabezas. Las cuevas de Hohle Fels son de muy difícil acceso y por tanto han preservado tesoros prehistóricos invaluables, en el sitio ya se han encontrado muchos indicios de las actividades que llevaban a cabo los seres humanos “modernos” que siguieron al hombre de Neanderthal. Semejantes esculturas como este consolador antiguo fueron halladas en Francia y Marruecos, pero las características del falo de piedra de Hohle Fels lo hacen único. Los arqueólogos destacan las representaciones femeninas con atributos sexuales acentuados eran bastante frecuentes, pero las de los hombres resultaban poco frecuentes, razones que dotan de importancia el hallazgo y lo hacen único para la arqueología. El pene de piedra será exhibido en el museo prehistórico de Blaubeuren en el marco de la exposición llamada “Arte glaciar – decididamente masculino.”
Apliquense el remedio las Señoras social-comunistas para evitar los ataques de histeria que, Dios mediante, les produciran los errores continuos en su gestión, la situación internacional y los resultados electorales en España, dirigidas por la Ministra de igual-da, como especialista en la practica con este tipo de juguetes que les puede proporcionar el Sr. Pedro Sánchez.