Galimatias y «España frente a Europa» de Gustavo Bueno.

Si vagas entretenido por las páginas del diccionario, lo encontrarás poblado de una fauna variopinta de vocablos: limpios y transparentes como las luces del alba, ásperos y desapacibles a semejanza de la mata del espino o embrollados y confusos cual las voces de la jerigonza. Pero entre estos últimos, puede que quedes preso en las redes del enigmático “galimatías”, cuya etimología y significado ahondan en la confusión y la maravilla de lo raro y poco inteligible.

Si unos dicen que su origen se remonta a la disputa medieval de un tal Matías por la propiedad de un gallo, otros que se refiere a José de Arimatea, y los demás que se inspira en las intrincadas razones con que el evangelista Mateo describe la genealogía de Cristo. Lo cierto es que su son largo y un tanto complejo está en consonancia con su decir acerca del discurso enrevesado y oscuro por su lenguaje intrincado y la confusión de sus ideas, casi semejante a «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace», que tanto gustaba al hidalgo Alonso Quijano de los libros de caballerías.

Pero si eres hombre cuidadoso, amigo del buen decir, aplicarás también el término a toda jerigonza, guirigay o algarabía expresiva, sea oral o escrita, y llamarás además “galimatías” a la confusión, desorden, lío, enredo, caos, embrollo, alboroto o barullo que los llanos y poco cuidadosos del decir conocen como “follaero”.

El filósofo y profesor de filosofía Gustavo Bueno escribió un libro imprescindible para quien desee comprender hoy qué es, qué ha sido y qué puede ser España sin meterse en un galimatías. El libro en cuestión se titula España frente a Europa y fue publicado por Alba editorial en 1999. Un libro así no se publica todos los años. Aunque la claridad mental de Bueno es absoluta, lo que dice, al emplear el lenguaje riguroso del filósofo, requiere a veces lectura atenta para su comprensión.

Lo que dice Bueno es claro, y desnuda por ello y sin quererlo muchas imposturas políticas, lingüísticas y morales. Pero hay que prestar atención al maestro si queremos desentrañar su lección, nunca gratuita. Por ejemplo, el término nación puede decirse de varias maneras que se interrelacionan entre sí, al igual que ocurre con el término imperio. No es culpa, pues, del maestro Bueno, que tenga, muy didácticamente, que pararse para decir cada una de ellas y sus postulados. Pero este decir nunca es gratuito, y sí enriquecedor. Justo al contrario de lo que ocurre con los «comunicadores» –ya sean políticos o periodistas– que se han inventado un galimatías impreciso, oscuro y presuntuoso. Y lo han inventado por una mezcla de cursilería, ignorancia y pereza, pero también porque a veces les conviene engañarnos con palabras ambiguas e incluso desprovistas de todo significado.

Aquí no se pretende explotar con oportunismo la actualidad, sino tratar de explicarla. Por eso, la serenidad es la nota dominante y obligada del libro, incluso en capítulos como el titulado El nacionalismo vasco como proyecto de secesión, no de autodeterminación, donde, por poner un ejemplo candente, se nos, explica:

«Se tiene la impresión […] que los criterios que se utilizan contra el secesionismo («es anti-histórico, es antidemocrático, es anti-constitucional») están movidos por la voluntad de mantener oculta la verdadera «madre del cordero» de la cuestión […], una voluntad, por cierto, análoga acaso, a la que inclina a condenar el terrorismo de ETA por su condición genérica de «violento», como si se quisiera ocultar con ello la condición específica de su violencia, a saber, la condición de «violencia asesina anti-española». Porque la madre del cordero es ésta; que los separatistas vascos o catalanes no tienen por qué ser vistos desde España como anti-democráticos, ni como anti-constitucionales (porque si se refieren a la Constitución de 1978 esto sería pura tautología), o como anti-históricos, sino, sencillamente, como anti-españoles, como enemigos de España.»

Deshacer lugares comunes, repensar lo dado, es tarea del filósofo, y esto lo realiza Bueno de manera ejemplar cuando, después de analizar la cuestión, «sine ira et cum studio», concluye:

«Las cuestiones relativas a la unidad y a la identidad de España no son cuestiones que puedan ser resueltas desde los principios de la democracia o de la antidemocracia, ni tampoco de los principios considerados de la «derecha» o de la «izquierda». La izquierda, en cuanto tal, o la derecha, en cuanto tal, tienen poco que decir en relación con la cuestión de la identidad o de la unidad de España; son las premisas que se mantengan acerca de estas cuestiones las que tendrán mucho que decir.»

Este libro debería ser de lectura obligada en todas las escuelas de España, en cuanto los muchachos tuvieran caletre para ello. ¡Que tiene ciertas dificultades de comprensión! Más fácil fue, sin ir más lejos, comprender a un alcalde de Sevilla cuando, con maravillosa paráfrasis, en lugar de decir «evitar atascos» pronunció esta maravillosa frase, recogida para la posteridad en la Prensa (Abc de Sevilla, 9-11-1985): «Resolver problemas producidos por angosturas puntuales en articulaciones estratégicas del viario.»

Confusión e incertidumbre, terrible galimatías en el que está envuelta la política en nuestro país. Hoy, sólo contados privilegiados pueden interpretar algunas claves de los acontecimientos que preocupan a los ciudadanos españoles: Bueno era uno de ellos.

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