Juan Bosco, llamado en italiano Giovanni Melchiorre Bosco y más conocido como Don Bosco (I Becchi, 16 de agosto de 1815 – Turín, 31 de enero de 1888), fue un sacerdote, educador y escritor italiano del siglo XIX. Fundó la Congregación Salesiana, la Asociación de María Auxiliadora (ADMA), la Asociación de Salesianos Cooperadores, el Boletín Salesiano, el Oratorio Salesiano y el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Promovió la Asociación de Exalumnos Salesianos, el desarrollo de un moderno sistema pedagógico conocido como Sistema preventivo para la formación de los niños y jóvenes y promovió la construcción de obras educativas al servicio de la juventud más necesitada, especialmente en Europa y América Latina. Fue uno de los sacerdotes más cercanos al pontificado de Pío IX y al mismo tiempo logró mantener la unidad de la Iglesia durante los duros años de la consolidación del Estado italiano y los enfrentamientos entre este y el papa que ocasionó la pérdida de los llamados Estados Pontificios y el nacimiento de la Italia Unificada. Fue autor de numerosas obras, todas dirigidas a la educación juvenil y a la defensa de la fe católica, lo que lo destaca como uno de los principales promotores de la imprenta.
Su prestigio como sacerdote y como educador de los jóvenes necesitados o en riesgo, le valió el respeto de las autoridades civiles y religiosas de su tiempo y de su país, así como una notable fama en el extranjero. Sus obras fueron requeridas directamente por jefes de estado y autoridades eclesiásticas de países como Ecuador, El Salvador, España, Francia, Inglaterra, Polonia, Palestina, Panamá, Argentina, Brasil, Uruguay, Chile, Colombia y Venezuela entre muchas otras. Fue un visionario de su tiempo al punto de predecir acontecimientos que se darían a lo largo del siglo XX en lo referente a sus salesianos, a la Iglesia católica y al mundo en general. El 1 de abril de 1934, solo 46 años después de su muerte en 1888, Juan Bosco fue canonizado por el papa Pío XI. Juan Pablo II le confirió el título de «Padre, Maestro y Amigo de los Jóvenes». Poblaciones, provincias, parques, calles, teatros, museos, universidades y sobre todo colegios llevan su nombre. La Familia Salesiana es uno de los grupos católicos más numerosos del mundo y existen obras de Don Bosco en 130 naciones.
Por segundo año consecutivo, la celebración de la festividad de San Juan Bosco, patrón de los Especialistas, ha llegado con restricciones a la Academia de Logística del Ejército en Calatayud. Así, el acto, que ha tenido lugar este lunes, ha contado con una presencia reducida tanto de la unidad que compone la sede como de invitados, por las medidas de seguridad frente a la pandemia del coronavirus.
La Academia de Logística es un Centro de Enseñanza del Ejército de Tierra, con sede en el acuartelamiento Barón de Warsage de Calatayud, que acoge la enseñanza de las especialidades técnicas, así como «prestigiar la agrupación de especialidades técnicas y logísticas». En el centro también se facilita la equivalencia de los títulos militares para la tropa profesional y también debe velar por la conservación de los valores y tradiciones de estas especialidades. Se debe, a los descendientes de los Salesianos en el Ejército, militares profesores con uniforme y no con sotana, con muchos años de tortura escolástica; un diploma como premio a esa tortura, (diploma llamado, con no deseada ironía, “de perseverancia”); el conocimiento sonámbulo del himno a Don Bosco; la vida del santo (el saltimbanqui, el perro gris, los sueños, la cárcel juvenil de Turín, Mamá Margarita); la distinción entre lo que se debe creer y lo que se debe hacer; la pasión por el fútbol y el inevitable sabor a chocolate con leche cada 31 de enero, fiesta del fundador.
Los años, los libros y la vida en Italia han corregido una visión hagiográfica de Juanito Bosco, un niño paupérrimo y genial nacido en la provincia de Piamonte. El padre se disuelve en la niebla permanente de esa provincia, mientras emerge la potente figura de Mamá Margarita, una señora de armas tomar. Una de las pocas madres que logró hacer realidad la universal creencia materna de que cada hijo es un santo. En casa, el niño aprendió las artes de la agricultura y además, por cuenta propia, imitó a los maromeros que pasaban de vez en cuando por el pueblo: caminaba sobre una cuerda tensada entre dos árboles, aprendió malabarismos, contaba historias.
Pobre como el Lazarillo, Juan Bosco escogió la carrera eclesiástica un poco por vocación y otro poco porque no había otra forma de cambiar un destino agropecuario. Al ordenarse, se encaminaba a una vida de párroco mediocre hasta que descubrió a los niños trabajadores en la incipiente industrialización italiana. Eran una banda de pícaros, como él. Decidió que la mejor manera de ser cura era dedicarse a esos niños y fundó una institución fundamental para el catolicismo: los oratorios juveniles. Hizo, con un siglo de adelanto, la “opción por los pobres”. En sus oratorios, daba hospitalidad a los inmigrantes del sur, daba de comer a los que no hallaban trabajo, daba instrucción a los ignorantes. Entendió que los rateros, los borrachos, los viciosos, si tenían una oportunidad, se redimían fácilmente. Demostró esa ardua teoría cuando sacó a dar a un paseo a todos los jóvenes presos en el reformatorio de Turín y regresó al fin de la jornada con todos, menos dos que algunas horas después se consignaron por no hacer quedar mal a su maestro.
Inventó un sistema pedagógico que cabe en media cuartilla, en la misma época que María Montessori diseñaba un refinado y voluminoso método educativo. El sistema preventivo de Don Bosco se resume en pocas líneas: ausencia de punición, ejemplo moral del educador, actividad constante, estudio permanente. Para Don Bosco, en una época en que era frecuente azotar a los estudiantes, el mayor castigo que podía recibir un alumno era la desilusión del maestro. A su vez, el maestro no solo impartía instrucción, sino se preocupaba por la vida entera de sus alumnos, y, si era el caso, los ayudaba materialmente. Se le atribuyen milagros, magias, sueños premonitorios. El mayor milagro fue su vida, de rigurosa entrega a la enseñanza, de evangélico amor por los pobres. Fue detestado por las autoridades religiosas y civiles, que lo trataron como a un subversivo. Murió de pulmonía, apenas pasados los cuarenta años, porque no se cuidaba, ocupado como estaba en asistir a sus alumnos. No conoció el éxito, sino la amarga hostilidad de los poderosos. Nadie pensó en él para obispo, para arzobispo, para cardenal.
En 1988, durante su visita pastoral a Turín, el Papa Wojtyła también afirmó: «Cuando me encuentro aquí, en esta ‘Colina de las Bienaventuranzas’, la Colina de Don Bosco, cuando miro la entrada de esta iglesia, no puedo evitar recordar la entrada de otra iglesia que se parece un poco a esta, incluso arquitectónicamente: la parroquia de San Estanislao Costka en Cracovia. Allí el carisma de Don Bosco me ha tocado a través de sus hijos espirituales, los salesianos».
Feliz Patrón.