Tas Colau

No sólo nada más ser investida como alcaldesa de Barcelona, volvió a colgar el lazo amarillo en el Ayuntamiento, símbolo del proces y de los procesados por rebelión en España en la región de Cataluña, sino que, ahora, está bajo «sospecha» de que con el dinero de todos los barceloneses, dona a organizaciones de su cuerda cantidades de dinero del Ayuntamiento que se pueden dedicar a otros menesteres más necesarios en horas de penuria económica. Es por ello que reedito un artículo, el último que escribí sobre ella, relativo a su trato a los Ejércitos con ocasión de una feria de la juventud el año 2016 en la que intentó maltratar, con muy poca consideración, a nuestra Institución Militar.

«Alcaldesa:

Vuelta a la calma de su irrespetuoso trato a los Ejércitos, llega la hora de aclararle algunos conceptos.  Parece inútil decirle aquí nada de sus relaciones ajenas al ámbito político como es lo castrense. Es una cuestión que sólo tocaría aquella zona de las libertades y de las censuras que establecen las normas habituales de urbanidad, si no fuera que, en cierto modo, le está confiada, también en este aspecto, una función, si no de magisterio, si de ejemplaridad. Pero después de verle miccionar en plena calle, veo que se ha extendido excesivamente al concepto de necesidad fisiológica, y se han mirado a través de este prisma deformado los derechos de las gentes, tales como optar libremente a visitar un stand donde además de ofrecerse trabajo digno a los jóvenes éste es un servicio a la Patria.

Se dedica usted a crear necesidades artificialmente justificadas, en muchas ocasiones, por las exigencias de su guion que no es otro que el de derribar todo lo que suene a tradición y buenas costumbres. Ha dado una importancia desmedida a ciertas cosas como las de andar de pie por la calle y abierta de piernas, propio de una mujer de casa de lenocinio, para realizar conscientemente un acto fisiológico privado entre multitudes, propio de aquellas; acto que si no se rodea de las formalidades prescritas en las normas de urbanidad son burdos y propios de una barrendera de baja estopa.

Precisamente por ello, quien le recibió vestido de caqui extremó las medidas de corrección hasta tal extremo que se olvidó de lo que representaba usted: la antítesis del uniforme y de lo que él representa. Más le valiera haberse hecho el tonto y no darle pie a semejante afrenta que, por venir de usted, no se puede tomar como tal pues bien dice el refranero español que no ofende quien quiere si no quien puede.

Como usted no es capaz de comprender que tres años de guerra y cuarenta de postguerra, que nosotros, ni usted ni yo, hemos vivido, han llenado de dolor tantos hogares como usted dice, han determinado tantos sacrificios, tantas estrecheces y tantas ruinas, no parece que sea lícito, aunque fuera cierto, derivar de ello satisfacciones ni provechos que parecen una injuria a los atribulados y empobrecidos. Pero ya que usted no es capaz de comprenderlo, debería fijarse en los militares de todos los grados que así lo comprenden, por razón de aquella función docente que han tenido en el Estado que hasta no hace muchos años ejercían sin realizar ningún tipo de adoctrinamiento.

Condición indispensable para que en usted aliente algo de este espíritu, es que usted se llene de afecto intenso y sincero al pueblo que gobierna, de respetuosa fidelidad, de leal consideración y de una elevada estimación de sus virtudes, de sus conocimientos, de sus aptitudes y, en definitiva, de todo aquello de lo que usted carece.

Es usted como aquellos que por pensar que se lo saben todo, quieren medir los cielos a palmos y contar las estrellas por los dedos. Debería usted pensar que, en todos los hombres y mujeres, si hay inevitables defectos, hay también un acervo de virtudes merecedoras de admiración; y en la milicia tanto como en otras profesiones o más.

                Y si alguna vez se le ocurre pensar que las ideas de los Mandos del Ejército son equivocadas, que han elegido desacertadamente sus puntos de vista, o que sus conocimientos no están a la altura que merece el cargo que desempeñan, si el fenómeno se produce en seres de sano espíritu y de buen deseo como el del Coronel que fue a recibirla, es de rigor ser respetuoso y mostrarse modesto. No piense que por ello tiene derecho a no respetarlos ni a mirarlos como menos.

                Alcaldesa, tas Colau».

Enrique Area Sacristán.

Teniente Coronel de Infantería.

Doctor por la Universidad de Salamanca

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